miércoles, 23 de marzo de 2016

El hombre que hablaba en flores, de Christian Broemmel

(Décima Editora, 2015)


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Tal vez sólo sea por una suerte de azar sostenido por la comodidad que nos limitamos a hablar con sonidos. Pudimos haberlo hecho solamente y para siempre por señas; o con herramientas especialmente preparadas para hacerlo, no sé, digamos por cierta disposición de ramas y hojas y piedras, por ejemplo, o por cosas que señalamos, o moldeando estas cosas, dibujando, etc.; o bien pudimos hablar en tlöniano; o haciendo círculos de humo con nuestros cigarrillos, de noche y en la intemperie, como ocurre en una hermosa novela de Fernand Combet; o aún mejor limitarnos a los besos y caricias...
En la novela de Broemmel, Marcelo, el personaje principal, habla en flores. No a través de, sino en: la voz le fue sustituida por flores. La situación de Marcelo es, en última instancia, una condición lingüística particular, insólita, pero que, por códigos compartidos de belleza y fealdad, nos permite una aproximación a lo que dice: es un lenguaje que nos resulta relativamente legible.


2 comentarios:

Workaholica dijo...

Yo te mando un abrazo en los espirales del humo de mi cigarro.

Espero que llegue hasta allá

e. r. dijo...

llega, Workaholica
y te va otro humeante abrazo